Un objeto nunca es solamente un objeto. Las cosas revelan siempre aquello que está oculto en su relación materia-forma: los objetos nos develan la vida atada a ellos. La construcción del sentido que develan las cosas está dada por la manera en la que las organizamos y disponemos en un espacio-tiempo específico, pero también, por el modo en que nos revelan su naturaleza mediante los símbolos que ya vienen implícitos en ellas.
El Orden de las Cosas comenta críticamente una serie de relaciones complejas que se desenvuelven en el espacio de lo global y lo local. Las imágenes y objetos que se articulan en la sala de exposición están situados en la base de dos grandes conceptos que delinean esta narrativa: las migraciones y las relaciones económicas que mueven dichas migraciones. Es decir, las fuerzas productivas, el problema del trabajo y la construcción del sujeto abyecto: el migrante desplazado por las fuerzas económicas que lo impulsan en busca de otras posibilidades.